Siéntate quieto y desconéctate de las actividades
normales.
Extrae energía de la tierra,
admite el poder de los cielos.
Fertiliza la semilla interior;
déjala brotar en una flor de pura luz.
Deja que la luminosidad abra la parte superior de
tu cabeza:
la luz divina entrará a raudales.
Tu mente está vacía.
La luz se filtra en tu cuerpo entero,
y sentado con las piernas cruzadas, con las manos sujetas,
y sentado con las piernas cruzadas, con las manos sujetas,
como tratando de abrazar la brillante inundación.
¿Cómo puede un saco de piel contener magnitud
divina?
Tus últimos vestigios arden en un torrente de
infinitud.
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