domingo, 22 de mayo de 2016

AL TRIMESTRE



Te encaprichaste conmigo. 

Yo acepté tu presente y tu pasado, tus baqueteadas neuronas y tu proceloso historial erótico festivo.

Me enamoré como un gato. Error mío.

Cada latido de mi corazón gritaba: “¡Te amo con toda mi infinita necesidad!”.

Al parecer no lo oías. Lástima.

Pródigamente usados por ti, mentiras y silencios me convirtieron en destino de un refinado dolor de alma de altísima calidad, profundo e inconsolable. 

Hasta que roto, rompimos.

Querida, no repitas este sádico proceder con otras criaturas; no hay un solo sitio adonde la mente pueda huir, condenada a habitar un infierno circular de recuerdos intocables e irrepetibles durante un tiempo abrasador de puro lento.


Juro que nadie merece semejante castigo sólo por amar.



-S.P.








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