Un buen día del año 2015 nos despertaremos y nos
anunciarán que la crisis ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con
nuestros dolores, celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha
pasado el peligro aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de
debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas. Conseguirán que
respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que depongamos la
actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco a poco, volverá
la tranquilidad a nuestras vidas.
Un buen día del año 2015, la crisis habrá terminado
oficialmente y se nos quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán
nuestra desconfianza, darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a dar
cuerda al carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis ecológica, la crisis
del reparto desigual, la crisis de la imposibilidad de crecimiento infinito
permanecerá intacta pero esa amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y los
que de verdad dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis estafa
—mitad realidad, mitad ficción—, cuyo origen es difícil de descifrar pero cuyos
objetivos han sido claros y contundentes: hacernos retroceder 30 años en
derechos y en salarios.
Un buen día del año 2015 cuando los salarios se
hayan abaratado hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato
que deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a
todas las profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida;
cuando hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis;
cuando dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a
ser polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la
desesperación, entonces la crisis habrá terminado.
Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto.
Tan solo cinco años le han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron
siglos en conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del paisaje
social solo se había conseguido en Europa a través de la guerra. Aunque, bien
pensado, también en este caso ha sido el enemigo el que ha dictado las normas,
la duración de los combates, la estrategia a seguir y las condiciones del
armisticio.
Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la
crisis, sino cómo saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más
pobres y desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que sin estos
últimos ingredientes el terreno que tan fácilmente han ganado entraría
nuevamente en disputa.
-Concha Caballero (en la imagen)
(Me
he tomado la libertad de cambiar el 2014 del original escrito en 2013)
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