lunes, 30 de marzo de 2015

UN CUENTO FRESCO


Sí, lo vi personalmente. Bueno, lo vimos mi perro Tillo y yo a la vez. Era un hermoso conejo en un solar que hace esquina en el pueblo en el que muero. Tenía un tamaño considerable y parecía tranquilo. El perro salió como una flecha a por él a pesar de llevar su bozal puesto, pero en seguida le vimos el blanco pelaje de debajo de su rabito desaparecer por uno de los accesos a la madriguera. Sin aspavientos y con una cierta superioridad. 
Me hizo gracia la osadía del animal y durante un tiempo le llevé casi todas las noches una o dos zanahorias troceadas que desperdigaba por el lugar mientras mi perro olía una y otra vez el rastro fresco del pequeño mamífero.
Ayer, al caer la noche, cuando dábamos el último paseo del día, un individuo tripudo y desmañado arrojaba pedruscos hacia el zarzal donde había visto, o creído ver, a nuestro conejito urbano. Tenía los ojos muy abiertos por la excitación y le brillaba sudorosa la calva mientras buscaba más munición para su repugnante cacería. Nos vio, paró y se alejó haciéndose el distraído.

Esta mañana temprano he ido de nuevo por allí y al acercarme, pude ver moverse los matojos en dirección al escondite del animalillo.



-S.P.





(Gracias S.R.)

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