jueves, 30 de agosto de 2012

LITERATURA

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Hay momentos de una poesía sublime, y de indecible tristeza en Corfú; otros jocosos. Como cuando al mostrársele a un viejo campesino el cuatro de baño del conde –con sus elementos tan insólitos en la isla, carente de retretes- el hombre se persigna y dice: “Ruego a Dios, mi Señor, que nunca lo necesite”. O cuando un pastor, al interrogársele por la costumbre local de tener una oveja favorita, a la que se engalana, responde: “Desde cualquier punto de vista son superiores a nuestras esposas. Pero sobre todo no hablan”.



-Jacinto Antón comentando la obra de Lawrence Durrell  



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