viernes, 10 de agosto de 2012

AUNQUE NO ME GUSTEN LOS TOROS...

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José TOMÁS torea bajo el sol, pero su ofrenda torera, la ceremonia de su arte, surgen bajo la advocación, influjo o amarramiento de la luna, señora de los colores nocturnos del albero y emperadora de cualquier aire o brisa que tiemble en el redondel.
Maestro de su destino frente al toro, José no duda ni un instante: ¿para qué, si al final se hará lo que dispongan los augurios o pronostique la secreta mancia del día?
José Tomás ha alcanzado un gusto tan refinado que casi se siente reo humillado de claudicación si a la mitad de un arreón del astado, con ambos leños buscándole el corazón –defensa obliga-, él va y cede… y arquea levemente una ceja…
 Y es que su toreo se compone –como el arte de los faraones-, de silencio, de misterio y de inmovilidad.
De ahí que sus faenas tengan algo de sagrado rito, de callada ceremonia,  de inmortal jeroglífico que se queda flotando sobre el redondel…


-SALVADOR RAMOS



(con permiso.... )

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