jueves, 31 de mayo de 2012

DESPERTARES II

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“Cuando yo era un joven estudiante mi preceptor de taoismo era un monje del Monasterio de la Nube Blanca como él -dijo señalándome con su dedo largo, suave y huesudo-.  Al llegar en mi instrucción la hora de hablar del arte del amor físico entre dos personas o Tantra y sus técnicas me contó algo que después de tantos años aun brilla en mi pensamiento porque si no es verdad es por lo menos una deliciosa teoría. Decía que la mujer tenía un acabado superior al hombre dado lo colosal de su papel en la procreación: Alojar dentro de sí y dar forma a la energía primaria que acaba convirtiéndose en un ser humano.
Debido a este cometido y para poder soportarlo ella accede con más facilidad que el hombre a esa energía invisible e inmedible que nace en el primero de los centros de energía ubicado en la base de la espalda y que sube bifurcada en su evolución, entrecruzándose por la columna vertebral y dando lugar a los siete círculos energéticos llamados Chakras. A esta energía muy refinada se le llama Kundalini en la India desde hace siglos y como te digo, ese acceso a la luz calmada y atemporal desde el interior de su cuerpo es un regalo del Universo a este ser tan fuerte y capaz que es la mujer.  Por otra parte los hombres, en nuestro abismo instintivo, sabemos que ella conserva ese privilegio y por eso queremos entrar en su cuerpo, para conseguir asomarnos a ese edén energético que mora dentro de ellas y que nos conecta con el blanco aliento primordial que vislumbramos fugazmente en el orgasmo.
No te reprocho entonces tu pujante deseo, pero tendrás que aprender a bregar con él, porque no mengua ni con la edad ni con la sabiduría, pero esto no debe apartarte de ese necesario camino primario de purificación, meditación y ayuda a los demás. Más adelante, cuando se te haya probado suficientemente,  con toda certeza cambiarás de plano mental en el acercamiento a la esencia del Tao”.

Mientras el maestro Lü y mi humilde persona nos sentamos a degustar un magnífico té rojo, el joven Hato corrió a su habitación a escribir todo lo que ese día le había sido dicho.


-S.P.



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