viernes, 3 de febrero de 2012

CUENTO ANÓNIMO

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Un anciano maestro hindú se cansó de las quejas de su aprendiz, y así, una mañana, lo envió por algo de sal. Cuando el aprendiz regresó el maestro instruyó al joven a poner un puñado de sal en un vaso de agua y luego beberla.

“¿A qué sabe?” preguntó el maestro.
“Amargo” escupió el aprendiz.

El maestro rió entre dientes, y entonces le pidió al joven tomar la misma cantidad de sal en la mano y ponerla en el lago. Los dos caminaron en silencio al lago cercano, y una vez que el aprendiz lanzó al agua su puñado de sal, el viejo dijo, “Ahora bebe del lago.”
En cuanto el agua se escurría por la quijada del joven, el maestro le preguntó: “¿A qué sabe?”
“Fresca”, comentó el aprendiz.
“¿Te supo a sal?”, preguntó el maestro.
“No”, dijo el joven.

En esto, el maestro se sentó junto al novicio diciendo: “El dolor es como la sal pura; ni más, ni menos. La intensidad del dolor en la vida puede parecer insoportable algunas veces. Sin embargo, la cantidad de amargura que probamos depende del recipiente en que ponemos la pena. Así, cuando sientas dolor en el alma, la única cosa que puedes hacer es agrandar tu sentido de las cosas. Comprender el sufrimiento injusto de tantas criaturas en el mundo. Procura dejar de ser un vaso. Conviértete en un lago.”


-¿?




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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un Cuento para que te acompañe en este domingo frío pero espléndido!
......
El sannyasi había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo:

-¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa!

-¿Qué piedra? -preguntó el sannyasi.

-La otra noche se me apareció en sueños el Señor Shiva -dijo el aldeano-, y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un sannyasi que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre.

El sannyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra.

-Probablemente se refería a ésta -dijo mientras entregaba la piedra al aldeano-. La encontré en un sendero del bosque hace unos seis días. Por supuesto que puedes quedarte con ella.

El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre. Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al sannyasi y le dijo:

-Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante.

La vida viene a cuento
Jaume Soler

El jardinero dijo...

Gracias, pálida y bella Perla. El frío del domingo lo vuelve cálido tu generosidad.

Salud.


S.