lunes, 16 de mayo de 2011

HUMO


Recuerdo las clases en el Dojo del Maestro Yamashita en Madrid. Durante décadas tenían una firme y fija pauta marcada. Eran gemelas unas de otras invariablemente. En aquel mar de aparente rutina se ponía de manifiesto la vulgaridad, la perseverancia o el talento de tantos y tantos practicantes que pasamos por su tatami.
Dice el precepto que es difícil encontrar un ser especial pero que es fácil reconocerlo. Una de estas criaturas especiales era José Javier, un joven hijo de Madrid de lo más común, con sobrepeso por alimentación descontrolada y ausencia de ejercicio. Trabajaba de camarero en un bar frente al gimnasio del Sensei. Se inició en la práctica del Karate Goju Ryu y al acabar su jornada laboral bajaba a las profundidades de la sala de entrenamiento en calle Echegaray y se machacaba durante dos horas tres días a la semana.
Le llegó el momento de cumplir su servicio militar de donde vino más delgado, alejado ya de la nefasta influencia nutricional de las madres, que suelen confundir el cariño con la crianza y engorde del cerdo ibérico.

A la vuelta redobló sus entrenamientos. Cuando yo llegaba al vestuario allí estaba ya él, enfundado en la parte inferior del karategi y abierto completamente de piernas sobre el suelo, realizando unos inmisericordes ejercicios de estiramiento con el torso brillante de sudor. Así un día tras otro. Cuando terminaba la última clase nos reuníamos en cualquier bar cercano a beber unas cañas de cerveza con el Maestro acribillándolo a preguntas. Mientras tanto J.J. se metía en la reducida sauna de la instalación deportiva y seguía trabajando su elasticidad ayudado del tremendo calor. A través del pequeño cristal de la puerta de aquel tórrido cubículo se le veía mantener la postura Shiko dachi hasta lo inhumano, buscando la paz imposible de la perfección.
En los combates era implacable con cualquiera que tuviese un color en el cinturón, desde el último amarillo al mismísimo Yamashita. Cuando coincidían en los enfrentamientos en el tramo final de las clases uno frente al otro, podíamos oír los fortísimos impactos al encontrar cuerpo los golpes bajo la recia lona de los trajes, mientras los demás manteníamos a nuestros oponentes a raya con mayor o menor fortuna.
Una noche de viernes quedamos para tomar unas cervezas de importación por la zona de Malasaña, lo recuerdo perfectamente. Llegó con su coche y al descender me incliné con una profunda reverencia indiferente al tráfago de la calle. Luego de saludarnos y bien pertrechados con una jarra de rubísima Spaten y unas raciones de patatas bravas, me dijo que no le acababa de gustar que lo saludase de esa manera tan ostentosa. Mostrando mi alma le respondí:
“Lamento decirte que no te saludo a ti José Javier, saludo a la fuerza de la voluntad que se personaliza con tu presencia”.

Con una intensa sonrisa asomándole a los ojos, levantó su cerveza y brindamos con fraternidad.


-S.P.



(En la foto el Yokozuna Takanohana en la postura Shiko dachi"

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

por lo tanto el sobre peso que mi cuerpo carga, no es mío....es de la fuerza de no ser lo que soy....

yes! :D


Sharpie♥

El jardinero dijo...

Llegar al estado mental que provocó esta deducción y el consiguiente comentario justifica por sí solo la existencia entera de este humilde blog.
Dices: "..es de la fuerza de no ser lo que soy" o, se podría decir también, "de no atreverme a ser quien de verdad soy, de querer enterrarme en el exceso".

Enhorabuena querida Sharpie.

Anónimo dijo...

eso, de no atreverme a ser quien de verdad soy!!!

Sharpie♥

Anónimo dijo...

En el Imperio
del tecnomercado y del pret-a-consumo,
el Sumotari
en suma es el Gran Jano-réxico a dos caras:
el cuerpo
es a la vez
mater exorbitante de jarrete y materia mental desencarnada.
Estesia y anestesia de un colosal machaque de
golosos en un relampago lento.
Bufido de bisonte.
Socarrat de perfección.
Circulo de luna y tapa huevos.
El camino, el camino.
En grado sumo.
Simon de Alcala
PD.-La cuestión, me parece, no esta en reducir al sumotari a una cuestion de sobrepeso. ¡Por favor¡ Estos practicantes del Sumo son peazos de bisontes metidos hasta las cachas en un camino de una larga voluntad,machaque, paciencia y perfeccion para llegar a ser lo que son: honorables jarretes luchadores del sumo.
Saludos, jardinero y comentarista anonima.
Con todo mi respeto y consideracion sea dicho.

Anónimo dijo...

Llevaba días pensando en pedirte sesión de suelo. La horizontalidad deja una sensación tan placentera y relajada. Me gusta.
Gracias a la telepatutía...maestro.
S.

Anónimo dijo...

Mater exorbitante de Materia...
me parece un verso audaz y a la vez colmado de las mejores esencias de nuestros clásicos...
Pensamientos anestesiados en la prevalencia musculo-mola-molar-nervio-tripa-fama nipona-medio celebres?
¿Y los anormales en la otra cara de la Janorexia? ¿Y los apocados? ¿Y los inutiles para el progreso de las hazañas?¿Y los que se acostubraron a poner la otra mejilla... a dónde irán, a qué multiopticas para ver lo que les queda tras so many too mooch macht de multihostias por doquier in jeta? ¿Y los que llevan un cordel al cuello y no los suelta por venir asi de fabrica? ¿Y los que se negaron al tribiceps fisico o mental ni quisieron ser asombro de los aplaudientes? ¿Porqué una jembra tiene siempre mas cordel en antena de los telespacios, bloces y libretas?
Pero, los sobreencarnados, ¿podran Llegar podrán a ser lo que son? (y sea eso lo que sea o que fuere, ¿Qué explicación
psicológica aparente o ingeniosa, lógica e incluso valida, verdadera y cierta les damos para esa fatal predominancia del jarrete entocinado y de la mucha exorbitante panza? ¿que poema les escribimos? Por cierto, cómo saben o sabremos lo que son, con esos miles de kilos de pena en forma de
tocino y masa?
Mis saludos respeuosos y reikiterados para el Jardinero y la
comentarista... Simón de Alcalá