sábado, 9 de abril de 2011

¿HIENAS HIPÓCRITAS O PRESOS DEL SISTEMA?


Desde que, a finales de 2006, el presidente Felipe Calderón (en la foto con el Obama) lanzó su batalla frontal contra el crimen organizado, México ha perdido a 40.000 de sus hijos, de los que 9.000 están aún por identificar y 5.000 continúan desaparecidos. Sus asesinos, en el 98% de los casos, siguen libres, porque el sistema judicial no funciona, las corporaciones policiales siguen estando infiltradas por los criminales, y el Ejército, abocado a luchar con los narcotraficantes en plena calle y con armas de guerra, provoca cada vez más víctimas inocentes.
Durante la marcha el poeta Javier Sicilia puso la primera piedra de un movimiento social en el que, con mucha nitidez, se señala a los criminales como responsables principales de la tragedia diaria, pero, a la vez, se acusa a las autoridades de complicidad e ineptitud. Un ejemplo muy claro fue el discurso que, frente a la 24 Zona Militar, dirigió Sicilia al Ejército: "No los queríamos a ustedes en las calles. Ya son cuatro años de guerra y, lejos de disminuir, el consumo y tráfico de drogas ha aumentado. Lejos de sentirnos seguros, nos sentimos con miedo y coraje ante la impotencia de verlos pelear en nuestras calles".

Más duro fue Sicilia con los políticos. Los que marcharon con él por las calles de Cuernavaca tuvieron la sensación de que la historia se repite. Cambian los Gobiernos, pero no las actitudes. Ni la impunidad. Cuando aún no se sabe quiénes mataron el pasado verano a 72 inmigrantes en el norteño Estado de Tamaulipas, el pasado miércoles fueron localizados en el mismo lugar los cuerpos de 59 personas en varias fosas comunes. En ninguno se halló documentación alguna, por lo que la policía cree que se tardarán varios días en identificar los cadáveres.
Los que marcharon por las calles de México están dispuestos a resucitar el grito que el empresario Alejandro Martí acuñó cuando, en 2008, unos secuestradores mataron a su hijo. Un grito que, señalando fijamente a las autoridades, decía: "Si no pueden, renuncien".



-P. Ordaz / S. Camarena en EL PAÍS




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