lunes, 12 de octubre de 2009

HOMENAJE AL TABACO


Cuando despertó en la habitación de Oncología todavía estaba viva. Aunque había otras pacientes nada le impedía apreciar la luz que rompía por la ventana a esa hora y que le recordó las mañanas de su infancia en el colegio, donde algunos días de otoño olía a lluvia, a colonia fresca y a bocadillos preparados por madres pacientes de amor inagotable. La suya ya no estaba en este mundo para poder llorar y llorar en su pecho generoso sintiendo la caricia de aquellas manos endurecidas por el trabajo. Estaba sola ante la tragedia de la enfermedad. Este recuerdo le produjo instantáneamente un fuerte dolor en el alma que no aliviaba la morfina pues su efecto no llegaba a aquella esquina intangible de su ser.
La sala era de enfermos terminales; la del fin de la esperanza. Por un lado quería morirse en el acto, no sufrir hasta la última gota la agonía en la que ya estaba irremediablemente inmersa con cada respiración de su cuerpo mordido por el mal. Por otro, no quería renunciar a cada uno de los minutos de la existencia, preciosas y fugaces gotitas de tiempo que, a su vez, eran como dientes de una sierra inmisericorde que cortaba su unión con la vida.
Por más que la familia intentaba acompañarla en todo momento eran inevitables los momentos de soledad que durante la noche eran especialmente aterradores, y en los que pensaba lo increíble que era estar pasando por aquel trance y quizá, de no ser por las agujas y sondas clavadas en su carne, hubiese huido alocada y ciegamente adonde el destino no hubiese podido dar con ella. Pero no había duda, sus hijos crecerían sin madre porque la muerte había puesto su mirada delirante e insobornable en aquel cuerpo, única posesión verdadera y al que no supo cuidar. “Si en el instituto hubiese dicho “no” a aquellos primeros cigarrillos quizás, ahora...” fantaseaba en silencio.

Mientras, y a pesar de la mascarilla de oxigeno, sus alquitranados y rotos pulmones emitían tristes pitidos.



(Dedicado especialmente a esas mamás fumadoras que adoran a sus hijos y les preparan, paquete a paquete y calada a calada, un entretenido futuro con una madre victima de un cáncer asociado al tabaco, y cientos de visitas a consultas y hospitales amenizados por toses y mentiras piadosas.)



-S.P.




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5 comentarios:

Luna Roja dijo...

¡Y los fumadores sabiendo que puede causarles la muerte siguen fumando! ¡Hasta donde llega puede llegar la estupidez humana!
Besos jardinero

Isolda Wagner dijo...

Muy bueno, jardinero!
Y añado, menos mal!
Fdo. Monterrossa

Isolda Wagner dijo...

Si hubiera leído el texto completo, mi comentario hubiera sido otro, a pesar de Monterrosso.
Besos.

El jardinero dijo...

Gracias Isolda por tu valioso combustible.

Luna Roja dijo...

Si,cuando se quiere poner remedio ya es tarde. Y solo queda vivir intensamente cada minuto que lleva al final.