“Las consecuencias de
esta maldita guerra, fuera de las evidentes en la zona de contienda, en el
resto del mundo ya las estamos viendo. Crisis de comercio y económica, aumento
insoportable de los precios de la energía, inflación desbocada, perspectivas de
crecimiento a la baja, cuando no de franca recesión, con toda la repercusión
social que eso conlleva. En el mejor de los casos, aun en el supuesto
improbable de una guerra de breve duración, se avecina una era de nuevos
telones de acero, una nueva guerra fría, un periodo de desconfianza entre
países y entre bloques lo que conlleva al rearme y el aumento de los
presupuestos en defensa, que ya se anuncian en medio de la alegría de las
empresas armamentísticas, con la consiguiente reducción de los presupuestos en
cooperación, en desarrollo, en gasto social, en ciencia, en lucha contra el
cambio climático y en tantas otras cosas mucho más perentorias, como si no
hubiera ya suficientes problemas en el mundo. Y eso en el mejor de los casos;
los peores escenarios no quiero imaginarlos”.
Sebastián Fernández
Izquierdo.
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