La guerra ha
terminado, pero la paz no llega.
La tarde cae ruda y
silenciosa.
Miro a mi abuela
-tengo cuatro años-
mientras mea de pie
junto al camino
con las piernas
abiertas debajo de la falda.
Siempre que lo
recuerdo, vuelve el chorro,
poderoso, a caer
contra la tierra.
Fue ella quien me
enseñó que el amor es
claridad y dureza al
mismo tiempo,
que sin coraje nadie
puede amar.
No era literatura: no
sabía leer.
-Joan Margarit / "Un
asombroso invierno"
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