Los espiritualmente
iniciados no deberían ser engreídos. No tienen mayores posibilidades de
iluminarse que la gente común y corriente. Una persona ordinaria no debería
despreciar al aspirante a santo; la vida cotidiana está tan llena de distracciones
que encontrar la espiritualidad no es fácil. Francamente, ni el estar iniciado
espiritualmente ni el ser un laico es el factor decisivo de si una persona
encuentra el Tao o no. Las identidades sólo estorban.
No necesito pretender
que soy otro que yo mismo. No necesito sentirme inseguro de mis percepciones.
El auto cultivo que emprendo es para perfeccionar quien soy, no para
convertirme en otro distinto del que soy.
Persigo la
espiritualidad porque me da una tremenda satisfacción. No la persigo por las
amenazas del infierno, de la ignorancia o del sufrimiento.
La vida tiene sus
momentos tristes y sus momentos felices. Los acepto todos. La vida tiene sus
momentos libres de pasiones y completa serenidad. Esos son los momentos que
busco. Señalan mi senda a través de la miríada de fenómenos de esta existencia.
No me comparo con ascetas ni sacerdotes. Que ellos tengan sus vidas. Yo
disfruto de la mía.
-Meditaciones taoístas
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