martes, 22 de enero de 2019

NADA ES MÍO



Lánguidamente, en brazos de la brisa
llegan los aromas de casia y pino.
El frío esplendor de la luna
baña el pórtico del templo.
En la falda de la quietud,
sentado está el ermitaño
que a mundos lejanos vuela.
Para él, todo sonido es silencio
y no hay nada más en absoluto...
sólo un frescor que todo lo penetra.





Comentario:

     Li F'éng nos procura transmitir de nuevo la dicha de la meditación.
Los seguidores de la mayor parte de las religiones revisten sus conceptos de lo inefable con epítetos como brillante, glorioso, llameante, esplendoroso, magnífico; los taoístas, en cambio, prefieren palabras como fresco, umbrío, misterioso, escondido, inmenso, silencioso, tranquilo, quieto. Esto es lo que da a los escritos taoístas su sabor característico. Incluso en los momentos de triunfo y alborozo, el lenguaje de Li F'éng se contiene.







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