
Aquello que supone la exploración de uno mismo, y
la propia decadencia de las conversaciones - pues cada vez se evita más la
exposición de los pensamientos íntimos-, causan que decida distanciarme del
resto del mundo. Así, la soledad me confiere un espacio donde tomo conciencia
de la importancia de la individualidad al no tener que estar sometido a
opiniones ajenas y tener que mostrarme de una manera distinta a la que me es
propia. De igual manera, evito tener que tratar con gente que no me importa. La
soledad se convierte en mi particular compañía, y los pensamientos ocupan mi
día a día, volviéndome un personaje huraño y, hasta cierto punto, paranoico.
De esta manera, puntuales salidas son el único
contacto con una sociedad que se me antoja lejana a causa de un absoluto
desinterés por ella, pues no hay ningún ánimo de establecer amistad con nadie,
aunque la soledad de la que disfruto aislado en mi domicilio es solo relativa,
pues necesito el contacto de otras personas. Así, mi conexión con la realidad,
más allá de los propios límites que el domicilio confiere, es de tipo
unidireccional: sabiéndome envuelto por otras personas (vecinos, transeúntes,
etc.) disfruto de la soledad aunque ésta no es completa; en una dualidad
manifiesta, coexiste mi deseo de soledad con la necesidad vital de tener la
seguridad emocional de no estar completamente aislado.
-Refrito basado en esto
(En la foto un hombre que anhela con igual intensidad la
soledad y el amor)
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