miércoles, 19 de abril de 2017

MUY INTERESANTE




   Dice la psicoanalista Alice Miller: “Las humillaciones, golpes, bofetadas, traiciones, abusos sexuales, mofas, burlas, desatenciones, son formas de maltrato, porque dañan la integridad y dignidad de un niño, aunque sus consecuencias no sean visibles inmediatamente. Como adultos, la mayoría de los niños maltratados sufrirán. Y peor: permitirán que otros sufran por estos daños”.

Cuando nos encontramos con ese niño/a que fuimos, y que vive en nuestro interior, es muy importante tener a nuestro lado a alguien que nos escuche y que admita que entonces sufrimos maltrato. Si tenemos esa persona a nuestro lado --una terapeuta, una amiga o alguien de confianza; Alice Miller las llama “testigos empáticos con conocimiento de causa”-- es también trascendental que esa persona nos haga sentir que no fuimos culpables ni responsables por lo que nos hicieron. Esa persona debe ayudarnos a sanar nuestra infancia y a reconocer que lo que ellos nos hicieron no estuvo bien. Esa persona no debe sugerirnos ni obligarnos a perdonar lo no perdonable. Mucho menos nos debe proponer el perdón “en nombre de Dios”. Trabajar las crueldades sufridas en la niñez, encontrarnos con el niño/a que fuimos, nos puede liberar de las secuelas de la violencia aguantada en silencio. Y a menudo nos liberará de depresiones, adicciones o pánicos. Y así lograremos no repetir la historia con nuestros hijos. Esto contribuirá a hacer mejor y más feliz a la sociedad.

Cuando fuimos pequeños no merecíamos golpes. Permitirnos sentir la tristeza por aquella violencia del pasado nos liberará de traumas acumulados, nos capacitará para no causar traumas a otros y nos entrenará para protegerlos de la violencia sexual.



-Fundación Aguas Bravas Nicaragua








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