lunes, 24 de agosto de 2015

COMO LA VIDA MISMA


“A G.S. no parecen preocuparle los precipicios, aunque si se enganchara en una piedra el telescopio que lleva atravesado sobre el morral podría quedar desequilibrado y caer al vacío; yo apenas soy capaz de mirar, pero estoy poniéndome en forma: camino más deprisa, tropieza menos, tengo mayor resistencia en piernas y pulmones, mantengo el centro de gravedad en lo profundo del vientre y dejo que ese centro “vea”. En esos momentos me libro por completo del vértigo, incluso en sitios peligrosos; mis pies se dirigen con naturalidad a apoyos seguros y corro. A veces, sin embargo, pierdo por espacio de un día o más esta compenetración con las cosas, mi respiración se sitúa en lo alto del pecho y entonces me agarro al borde de la escarpadura temiendo por mi vida. Y, por supuesto, es ese agarrarse, esa rigidez del pánico, lo que mata a la gente: “aferrarse” en egipcio antiguo, o “aferrarse a la montaña”, en asirio, eran eufemismos que significaban “morir”.



- Peter Matthiessen “El leopardo de las nieves” Ed. Siruela. 







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