“El paso del tiempo me ha dado mucho más que lo que
me ha quitado. No cambiaría el sosiego que me ha traído la senectud ni por
100.000 noches seguidas de borracheras. Ya cincuentón con creces, ya abstemio,
comprendí aquello que sostiene Agnès Varda acerca de que la verdadera dicha de
las cosas está en su recuerdo. Amy Winehouse, por ejemplo, sintetizaba tanto la
evocación de las chicas de mi época —por sus afanes autodestructivos—, como el
de las ávidas mujeres que moraban entre las sombras de los bares animados por
su música en mis últimas borracheras madrileñas.
Me atreveré a jurar que cuantos las conocimos en
los bares de Malasaña, y el resto de los lugares entonces al uso, no las
olvidamos. Junto a ellas, las noches de entresemana parecían de sábado: todo
eran risas, todo era ponerse hasta las cejas, como si esa vida adulta —que
entonces empezaba, tanto para las chicas como para quienes las admirábamos en
sus madrugadas memorables— no estuviese aguardando a primera hora de la mañana
del día siguiente”.
-Javier Memba (and me)
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