El pálido fantasma de
los suicidas ha vuelto a visitarme. Debe saber que no es fácil ya aceptar las
pequeñas tragedias de una salud menguante. Maniatado además por la pegajosa
soledad, con las habilidades sociales oxidadas y con la visa en la cuerda
floja, soy carne invisible para hembras afines. Las mujeres han sido el mayor
aliciente para sobrellevar los altibajos de mi vida. Mi mayor deseo es que las
queridísimas féminas que me dejaron habitar su cuerpo sean todas bendecidas y
bienaventuradas por su generosidad, su paciencia y su cariño.
Pero se ha agotado el
delicado carburante de la seducción para este caduco coleccionista de pasiones:
un don Juan de calzón caído que comienza a perder el norte bajo la negra toga
del ocaso de la vida.
“Te traigo el billete
abierto -dice el espectro tentador-. Pon tú la fecha. No tengas miedo. Volverás
a la Nada prenatal. La libertad está en tus manos”.
Busqué en mi interior argumentos
que oponerle, pero encontré un paisaje mental atiborrado de heridas abiertas.
Ante mi silencio fue desapareciendo lentamente con sus
ojos rojizos clavados en los míos.
“Volveré”, me pareció
oírle decir antes de despertar.
-S.P.
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