“Casi no me queda
gasolina. Paro en una gasolinera. No hay gasolinero. Que no haya gasolineros en
ninguna gasolinería de España me importa un millón de veces más que el máster
de Casado, aunque es posible que ambos hechos sean el mismo hecho, este
pensamiento me hunde en el abismo. Me tengo que poner yo mismo la gasolina. No
les basta a los dueños de las gasolineras con enriquecerse mucho. Tienen que
enriquecerse a lo bestia, a lo devastador, a lo universalmente salvaje. Por eso
no quieren gastarse dos sueldos en dos empleados que te atiendan y te sonrían.
Dos seres humanos a quienes poder decir: “Buenos días, lleno, por favor, sin
plomo de 95. Un millón de gracias”. Me gustaría verter la gasolina por fuera
del coche. ¿Por qué demonios he de saber cómo se pone gasolina? ¿Por qué no me
hacen un contrato a tiempo parcial Cepsa, o Repsol, o BP o Petronor por los
siete minutos en que me convierto en un empleado de la compañía? ¿Por qué no me
nombran directamente empleado del mes?”
-Manuel Vilas
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