Para la libertad
me desprendo en silencio
de la que ha revolcado
su estatua por el lodo.
Y me desprendo a lentos tajos
de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
Mi corazón limpio
hará que nuevos brazos
y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Reliquias de mi cuerpo
que pierdo en cada fracasado amor.
Porque soy como el árbol talado,
que retoño:
porque aún tengo la vida.
-Sobre un poema de Miguel Hernandez
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